“Siempre, por este mes, al solano último de agosto, a la lluvia temprana, al calor postrero y apretado, comienza a caerse la aceituna”. Con este extracto del libro Las cosas del campo del poeta antequerano J.A. Muñoz Rojas queremos hacer una breve reseña de autores que han buscado su inspiración en el eterno paisaje del olivar. En este agosto en el que estamos, muchas personas disfrutan de sus vacaciones y aprovechan para dedicar un tiempo a la lectura. En esta columna dedicada al mundo oleícola, deseamos acercarnos a la vinculación entre la literatura y el olivar.
A los muy conocidos versos de Miguel Hernández sobre los aceituneros altivos de Jaén, habría que unir los diferentes poemas que Antonio Machado dedicó al paisaje olivarero de Jaén durante su estancia en Baeza, como el que se inicia con el ¡Viejos olivos sedientos / bajo el claro sol del día, / olivares polvorientos / del campo de Andalucía! o el que tiene a la lechuza como coprotagonista. En general, podríamos decir que los poetas andaluces no han sido indiferentes a la inspiración que emanan los olivares. García Lorca inicia un poema con: “El campo / de olivos / se abre y se cierra / como un abanico”. Mientras Rafael Alberti se pregunta “¿Qué es un olivo?”, Antonio Gala escribe “En él no son precisos / ni rosas ni claveles: / sólo estar, siglo a siglo, / serenamente en pie.” Pero como el olivo no es exclusivo de Andalucía, otros poetas españoles han escrito sobre él. El vasco Blas de Otero, usando el olivo como símbolo de la paz, pide: “Ramo de oliva, / vamos a verdear el aire,”, el aragonés Marín Ibáñez compone “Bajo el olivo / las sombras de los siglos / están cansadas” y el catalán Josep Plá manifiesta que “de todos los bosques que yo conozco, el olivar produce el bosque más enigmático, callado, recogido”.
Siguiendo en la cuenca mediterránea encontramos al griego Kostis Palamás y su “Soy el olivo / el más honrado”, al italiano Gabriele D’Anunzio que nos recuerda que “Tus raras virtudes no fueron desdeñadas / en los banquetes de Horacio y de Varrón / que no rehusaron cantarte con sus notas…/”, al francés Jean Cocteau que manifiesta “Yo encuentro al veros placer semejante, / olivos hermosos de la primavera”, al palestino Mahmoud Darwish quien canta “nuestra sangre plantará sus olivos” o al tunecino Amina Säid, quien presume de que “Nací de un silencio / entre el mar y el olivo”. Incluso fuera del Mediterráneo, otros muchos han alabado el olivar, como Pablo Neruda, Rubén Darío, Rainer M. Rilke o Julio Miranda.
Ha sido solamente un abanico de poetas elegidos entre los numerosos que se han inspirado en el mundo del olivo. Como se suele decir, no están todos los que son. Desde estas líneas se invita a buscar la serenidad necesaria para leer la poesía, especialmente aquella cuya musa ha sido el árbol elegido por Atenea como ofrenda a los dioses. ¡Feliz lectura!