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El aceite, toda una ruta turística alternativa
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10 de noviembre de 2012
Programa Europeo de Promoción de los Aceites de Oliva y Redacción de nuevaempresa.com

Además de una forma original de dar a conocer al público las bondades de los aceites de oliva, su historia y su cultura, a la vez que permite disfrutar de otros placeres como la gastronomía y el turismo, el oleoturismo es una tendencia en auge que favorece a consumidores y productores.

Aunque dependiendo de las distintas zonas geográficas de nuestro país, e incluso también de la variedad de la oliva, lo cierto es que en estos momentos estamos metidos de lleno en época de última maduración o de recogida y tratamiento en almazara, molturación incluida, de la aceituna.

De ese fruto nace el aceite de oliva, que constituye hoy una de nuestras riquezas más exclusivas y reconocidas internacionalmente, al margen de una buena fuente de ingresos y trabajo. No debe olvidarse que, si hay un cultivo que define la geografía de nuestra nación, ese es el olivo, ya que nada menos unos 2,5 millones de hectáreas, el 5% de toda la superficie del país, está ocupada por estos árboles (tan sólo la cebada compite aquí con este aprovechamiento emblemático de la cultura mediterránea). De hecho, producimos la mitad de todo el aceite de oliva del mundo, hoy elemento no solo gastronómico, sino también saludable de primer orden.

La cultura oleícola ha formado así parte de nuestra esencia como pueblo desde tiempos inmemoriables, formando elemento identitario de cultura, vida y riqueza española. Es así componente primordial de nuestra tradición y, aunque con el paso de los años los sistemas y los instrumentos y herramientas para el tratamiento del producto han ido cambiando sustancialmente, los cultivos y las transformaciones antiguos de la aceituna se pueden seguir comprobando a través de una inmensa colección de instalaciones al efecto en toda nuestra piel de toro, entre las que es preciso incluir más 100 museos, muestra fidedigna de trabajos centenarios en torno al mundo oleícola, así como 1.746 almazaras, muchas de las cuales ofrecen visitas guiadas y catas de aceite.

De esta manera, y más allá de su valor económico (el valor neto del sector alcanza cada año 3.000 millones de euros y da empleo a medio millón de olivicultores), el olivo, y su mundo, se ha convertido en un recurso turístico de primer orden. Y es que la ruta por ese largo centenar de museos del aceite que salpican prácticamente todo el país, permite descubrir todos los secretos que han rodeado desde siglos a este ingrediente único.

Así, de Galicia a Canarias, de Extremadura a Ibiza, España ofrece estos auténticos centros de conocimiento en los que se pueden encontrar historia, métodos o todo tipo de aperos utilizados (cribas, esportones, limpiadoras, tolvas, prensas, trujales, depósitos, etc.) para el cultivo o la manipulación de la aceituna en busca del “oro líquido”.

El “Programa Europeo de Promoción de los Aceites de Oliva”, que el pasado 23 de octubre concluía su actividad tras haber procurado durante los tres años de vigencia para los que fue credo, ha estado fomentando entre los españoles el oleoturismo como original alternativa de ocio y turismo, a la vez que ayudaba en la puesta en marcha y funcionamiento de ese centenar de museos dedicados al aceite de oliva.

Desde luego, se trata de un turismo ajeno a las masas, respetuoso con la cultura local y las técnicas tradicionales de la agricultura. Pero no sólo podemos acercarnos al mundo de los aceites de oliva a través del trabajo artesanal de la recolección del fruto y la elaboración de este ingrediente único, pues también existen actividades relacionadas como catas, excursiones, talleres, clases de cocina o actividades deportivas.

Lo cierto es que las instalaciones más antiguas dedicadas a la extracción de aceite de oliva se han convertido en muchos casos en museos que ayudan a comprender mejor su cultura y su evolución. Los mismos se reparten a lo largo y ancho del país y constituyen todo un mundo de experiencias no solo por el sabor y propiedades del aceite de oliva, sino por su relación con nuestra propia historia.
Cultura presente en toda nuestra geografía.

En esa línea, Andalucía es la comunidad con el mayor número de museos dedicados a los aceites de oliva (más de 30, según recoge la guía “Museos del aceite en España”, de Francisco Lorenzo Tapia). La mayoría de las almazaras convertidas en museo datan del siglo XVIII y XIX, aunque algunas son incluso anteriores, como la del “Museo de la Cultura del Olivo Hacienda la Laguna”, en Baeza (Jaén), que tiene su origen en el siglo XVII. Esta finca de olivares centenarios, situada en pleno valle del río Guadalquivir, constituye un espacio museístico de primer orden y es toda una referencia de los museos que sobre el mundo del aceite de oliva existen en España.

En cualquier caso, en esta misma provincia, y concretamente en el municipio de Navas de San Juan, puede visitarse también el “Museo del Arte del Aceite de Navas de San Juan”, que ilustra las diferentes etapas de la producción del aceite de oliva, desde la recogida hasta la distribución. Además, “La Almazara de Núñez de Prado”, en Baena (Córdoba), situada en una tradicional casa de labranza andaluza, ofrece la visita a una bodega de tinajas del siglo XVIII y a una almazara de 1943 aún en funcionamiento. Mientras, en Casabaronela (Málaga), el “Museo Molino de Los Mizos” muestra una antigua almazara del siglo XIX, que primero funcionó por tracción animal y, posteriormente, por tracción mecánica, y que estuvo en uso hasta la década de los 60 del pasado siglo.

Castilla-La Mancha dispone también de una gran tradición olivarera. Así, en la localidad de Mora, en Toledo, cuenta con el “Museo de la Fundación Patrimonio Comunal Olivarero”, creado en 1999 y uno de los más notables del país. Visitando el museo pueden contrastarse las diferencias entre una almazara del siglo XIX con las almazaras de finales del siglo XX. E igualmente en la provincia de Toledo, encontramos la “Almazara de Alcabón”, situada en la localidad del mismo nombre, cuyo origen se remonta a la época de la dominación árabe. Se trata de una almazara que tiene dos molinos “de sangre” de origen sirio, que eran movidos por la fuerza de un animal (todos los molinos de aceite de la zona menos este han desaparecido).

Cataluña, por su lado, ha realizado grandes esfuerzos por promover la cultura de los aceites de oliva, llegando incluso a crear un parque temático dedicado a este ingrediente único. La “Fundación Parc Temàtic de l’Oli” (Juneda, Lérida) se constituyó en 1998 para impulsar el aceite de oliva de Les Garrigues. Consta de tres grandes áreas: dos masías (una como restaurante y otra antigua convertida en museo del aceite de oliva) y un hotel. Además, el “Molí de L’Oli”, en Tarragona, y el “Molí D’Oli Maurici Massot”, en Lérida, son otros dos ejemplos de la tradición olivarera de la zona.

Extremadura cuenta asimismo con un importante número de museos dedicados a la cultura del aceite de oliva. El “Museo Etnográfico González Santana” (Olivenza, Badajoz) recoge los usos y costumbres de la población de Olivenza, cuya historia está estrechamente ligada al olivar. En su “Sala del Aceite” puede verse un antiguo molino aceitero completo, recipientes de almacenamiento (bidones, cántaros o zafras), así como muestras etiquetadas e instrumentos de laboratorio. Además, en la comarca cacereña de las Hurdes se ha creado el “Centro de Interpretación del Olivo”, que resuelve toda duda que el visitante pueda tener sobre el cultivo y la elaboración del fruto de la aceituna.

En Aragón encontramos el “Museo del Aceite El Torno de Buera” (Santa María de Dulcis, Huesca), creado a partir de una almazara de los siglos XVII y XVIII y que supone también un viaje por los olivares del Somontano, lo que permite descubrir su riqueza biológica, con más de 20 variedades. Cerca, el “Museo Etnológico Casa Fabián” (Alquézar, Huesca), situado en una antigua casa somontanesa del siglo XVII, es del mismo modo ejemplo del arraigo de la cultura del “oro líquido” en la comunidad aragonesa.

La Comunidad Valenciana también ha demostrado un gran esfuerzo por conservar la tradición olivarera de la zona. En ese objetivo está el “Museo Vivo del Aceite de Muro” de Alcoy, instalado en el Ayuntamiento de la villa y que revive todo un método abandonado hace varias décadas.

Por su parte, el “Museo del Aceite El Lagar del Mudo”, en San Felices de los Gallegos, Salamanca, es una perfecta muestra de los antiguos procedimientos de obtención del aceite de oliva en Castilla y León. En la almazara, construida en el siglo XVIII, se elaboró este ingrediente único de forma artesanal hasta 1950.

Ya en Madrid, encontramos en Brea de Tajo, la “Almazara Museo Oleico y de Costumbres”, que muestra los métodos tradicionales de elaboración del aceite de oliva.

Incluso también en Galicia podemos seguir las pistas de la cultura del olivo. Allí, el “Molino de las Farrapas de Bendilló” (Bendilló-Quiroga en Lugo) nos muestra los antiguos procesos de elaboración del aceite de oliva (antiguos, en este caso, no significa obsoletos, ya que los vecinos del pueblo y de los alrededores siguen moliendo la aceituna de modo tradicional para obtener su propio aceite).

Y terminamos este breve recorrido en las islas del Medfiterráneo. En las Baleares tenemos la “Almazara de Son Torrella” y el “Museo del Aceite de Deià”, ambos en Palma de Mallorca, que ofrecen una visión perfecta del trabajo de la aceituna en esta zona para la obtención del oro líquido.

En cualquier caso, el oleoturismo no se agota en los museos. Muchas de las 1.746 almazaras que existen en nuestro país ofrecen catas de aceites de oliva virgen extra y otras actividades alrededor de la cultura del olivo. Sin olvidar tampoco que, ligado a este cultivo, hay una oferta gastronómica que ha hecho de los aceites de oliva su pilar básico.

En estas zonas no solo se puede disfrutar del delicioso sabor de los aceites de oliva, sino de los espectaculares paisajes que conforman los olivares. Estos paisajes tienen una serie de características comunes en casi todos los territorios: están definidos por el modo de plantación que permite que sean visibles las alineaciones y la perspectiva que generan en el horizonte.


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