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14/01/2015
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201410 Abierto de par en par

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Un año más, se ha iniciado la cosecha de la aceituna. Es por ello que quisiera compartir con los lectores una anécdota de la vida agraria.

El año pasado por estas fechas, entraba a plena luz del día por el carril que llega a mi casa cuando sorprendí a un matrimonio vecino y conocido rob…, perdón, cogiendo aceitunas de uno de los olivos. Ante la sorpresa de ellos, él me indicó con toda la calma posible que no me preocupara, que estaban rob…, perdón, cogiendo aceitunas sólo para la tinaja, que es como se dice para aliñarlas para consumo propio. Con esta rotunda aseveración, no tuve más remedio que hacerle caso y con ello mis preocupaciones se desvanecieron. Ello significaba que no me iban a denunciar ante las autoridades de trabajo por “tenerlos trabajando” sin contrato, que aunque exagerada podría ser una posibilidad llegado el caso de que hubiera habido un accidente, o que iban a rob…, perdón de nuevo, coger sólo las aceitunas que fueran a consumir ellos, es decir, que no iban a rob…, caramba con el teclado, recoger aceitunas para venderlas. Además, la desaparición de mi preocupación por este hecho no tenía otra posibilidad. Hace algunos años, unos olivos vecinos ardieron como piras en un tiempo en que no hubo rayos ni tormentas, o sea, no hubo intervención extrahumana que provocara el incendio. Todo ello debido presuntamente a unas desavenencias vecinales.

Esta historia puede parecer irrelevante en relación con todos los casos de desapariciones, nada misteriosas, de las aceitunas que a veces se producen en un olivar cuando llega la campaña de recogida. Soy consciente que cada año que pasa, los controles en los puntos de compra son más exhaustivos por parte de las autoridades. Lamentablemente, la actualidad más reciente nos demuestra que si personas con alta cualificación profesional económica “ignoraban” que las compras particulares que realizaban con tarjetas de crédito de la empresa no debían ser consideradas como pago en especie, qué podemos esperar de un señor que lleva las anotaciones de su negocio en una simple libretilla, y esto no es un anacronismo, que el que esto escribe lo vio el año pasado con sus propios ojos. No digo yo que las autoridades tengan que regular de una forma muy compleja las transacciones de compra-venta de aceitunas, pero sí, que si el castigo a quien comprara mercancía “de procedencia más que dudosa” fuera importante, nadie se daría el trabajo de “recoger” esa mercancía ante la falta de comprador.

Como comprenderá el lector, es una triste guasa que después de un año talando, abonando, desvaretando, tratando contra la mosca y toda la serie de trabajos que requiere el olivar a lo largo del año, unidos a la incertidumbre por la climatología y las condiciones del mercado, cuando al fin llega el momento de recoger el fruto, alguien ajeno a este año de ajetreo se lleva la cosecha. No sé yo si éste sería otro argumento a favor de recoger pronto las aceitunas, pues además de asegurarse la recolección propia, con ello se consiguen mejores aceites.

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