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ALMAZARA HISTÓRICA
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Navarra; Cabanillas; Trujal de Belver

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A 600 metros de Cabanillas, en medio de la llanura aluvial del Ebro, se encuentra el trujal de la finca de Belver. Declarado recientemente bien de interés cultural, este molino de aceite es uno de los más antiguos y mejor conservados de Navarra.

Navarra no ha sido nunca una gran productora de aceite. Sin embargo, en muchos pueblos de la Ribera y de la Zona media de Navarra hubo durante siglos varios trujales particulares que molían las olivas y las transformaban en aceite, generalmente para autoconsumo o para venta al por menor. Muchos de estos molinos procesaban cosechas propias y algunos también las ajenas, a cambio de la «maquila», que es la parte proporcional en especie de lo que entregaban.

Este debió ser el caso, entre otros, del trujal de Cabanillas.Situado a unos seiscientos metros del pueblo, junto a una casona de campo conocida hoy como casa de las Marquesas (antes "casa de la Generala") este trujal es un edificio exento, construido ex profeso, con piedra y ladrillo, para albergar los mecanismos del molino de aceite o almazara. «Aunque no se conoce con exactitud su fecha de construcción, la tipología del mismo nos permite aventurar que fue construido entre los siglos XVII y XIX», dice Susana Irigaray, responsable del Museo Etnológico de Navarra «Julio Caro Baroja».

El edificio, de aspecto rústico, tiene dos cuerpos: uno rectangular con cubierta a dos aguas y el otro en forma de torre, con tejado a una sola vertiente. Una de las primeras cosas que llama la atención de esta almazara son las escaleras exteriores de acceso al granero del primer piso, que son dobles y de trazado curvo. «Ya en las bodegas y lagares sicilianos del siglo XVII aparecen escaleras de este tipo», añade Irigaray.

Otra de las curiosidades de este edificio es que fue armado o construido a la vez que los mecanismos internos del mismo. De otro modo, hubiera sido imposible meter algunas de las piezas, especialmente la enorme viga de dieciséis metros que servía para prensar la oliva.

El trujal de Cabanillas es un molino de sangre. Ello quiere decir que la energía que mueve los mecanismos del molino y de la prensa es fundamentalmente fuerza animal o humana. Además, es uno de los pocos trujales que quedan en Navarra con la tecnología tradicional más antigua, que es la de molienda con piedra vertical y prensa de viga. «Hay alguno más de este tipo en Navarra, concretamente en Allo y en Dicastillo, pero ninguno de ellos conserva el edificio, ni tiene la maquinaria en tan buen estado como el de Cabanillas», dice Susana Irigaray.

Como recoge José Julián Prieto, en un trabajo sobre molinos publicado en la colección Etnografía de Navarra de Diario de Navarra, la palabra trujal viene del latín torculare (prensar). «Forma navarra antigua es "trullar", aunque actualmente se utiliza como verbo "trujalar", para referirse a la elaboración de aceite». Un sinónimo bastante utilizado en Navarra es también almazara, palabra de origen árabe utilizada frecuentemente en la Ribera.

FUNCIONAMIENTO

El trabajo del trujal se iniciaba normalmente con el almacenamiento de la oliva en el granero, situado en la parte superior del edificio. En el de Cabanillas, los peones y a veces las propias caballerías subían las olivas por las escaleras exteriores y las descargaban en el almacén de la parte superior. Desde allí, por el interior, bajaban luego la carga a unos depósitos de obra situados en la planta baja, donde se realizaba la molienda.

Las olivas se echaban primero a la tolva y se machacaban con las dos piedras o muelas. Una de las curiosidades del trujal de Cabanillas es que la piedra de arriba (volandera) giraba en vertical sobre la piedra fija de abajo ( solera). Para mover la piedra volandera solía haber en el trujal un burro o mulo pequeño que rotaba constantemente -con unas gafas de esparto en los ojos, para evitar el mareo- alrededor del molino.

Una vez triturada la oliva, la pulpa resultante se pasaba a la prensa. A diferencia de otros trujales tradicionales (con prensa de volante, de malacate o hidráulica manual), esta consiste aquí en una viga de madera de pino de dieciséis metros de longitud y ochenta centímetros de anchura que ejerce presión sobre las aceitunas trituradas, mediante un sistema de palanca. «Debajo de la viga (en el denominado «pie» de la prensa), se colocaba la pulpa de la oliva en unos capachos de esparto de forma circular, apilados y embutidos dentro de una compuerta de madera, y sobre ella se hacía caer el peso de la prensa-viga», explica Irigaray.

Para accionar ésta última había en el extremo de la viga un contrapeso consistente en una piedra de 1.500 a 2.000 kilos que se liberaba mediante un husillo o tornillo gigante de madera. Girando con unas palancas adosadas al husillo, los braceros del trujal suben y bajan la viga, que se encuentra alojada, por el otro extremo, en la «capilla» ( hueco vertical) de la pared maestra de la torre.

Mientras la viga de madera ejerce presión sobre el «pie» de la prensa, los braceros solían echar agua caliente a la pila de capachos, para facilitar la «suelta» del aceite, el cual era conducido por unos canalillos hasta las pilas de piedra, donde se produce la primera decantación.

Según dice Susana Irigaray, los restos del aceite, algunos de ellos tóxicos, solían derivarse a unos depósitos denominados «infiernillos», desde donde se evacuaban hacia el río. El proceso concluía con la decantación del aceite en tinajas de barro, o en los depósitos de aceite existentes en la casa solariega de los marquesas, a la que pertenecía el trujal.

A diferencia de otros trujales de tecnología tradicional que han seguido en activo hasta hace poco, la almazara de Cabanillas dejó de funcionar antes de la guerra. Para entonces, era ya propiedad de los marqueses de Montalbo y de los marqueses de Méndez Vigo. Estas familias usufructuaron también la finca de Belver -alrededor de mil robadas y la casa de campo situada en el centro de aquélla- hasta mediados del pasado siglo. La gente mayor de Cabanillas recuerda todavía el camino de acceso a la finca, flanqueado de cerezos, y los olivares que verdeaban en el entorno de la casa.

«Mi madre, María Dolores, que fue empleada de los marqueses durante la primera mitad del siglo pasado, solía decirme que se había dejado la vista y las rodillas limpiando con sosa y con agua hirviendo los depósitos de aceite de la casa», dice María Pilar Pérez. «En cambio yo, que nací allí en 1923 y estuve hasta los dieciocho años, no recuerdo ya el trujal en funcionamiento. Es posible que en tiempos de mi madre se llevara la oliva a moler a otro sitio. Lo que sí recuerdo es que, cuando nos fuimos de allí en los años cincuenta, el trujal estaba todavía en perfecto estado, con las instalaciones completas».

Hoy, los olivos han desaparecido del entorno, y el trujal de Cabanillas se encuentra todavía pendiente de restauración. Hace unos años, el actual propietario, Javier Aramendía, restauró la cubierta del edificio con una subvención del Gobierno de Navarra. Pero la falta de uso y de un destino adecuado propicia el deterioro del edificio, que tiene ya algunos muros apuntalados. Hace unos meses se declaró el trujal bien de interés cultural con el fin de proteger este trujal y sus instalaciones, consideradas hoy una auténtica «joya del patrimonio preindustrial de Navarra».


COMO UN INFIERNO

El proceso de fabricación del aceite era bastante lento, y duraba prácticamente todo el invierno. Normalmente se trabajaba día y noche, y las condiciones en el interior eran bastante duras. A la fuerza física que se exigía para accionar la prensa, se unía el fuerte olor que despide el aceite, y las altas temperaturas que alcanzaba el ambiente. Aquello era como trabajar en el infierno. Para mantener el calor, había unas calderas en la «torre», donde se calentaba el agua que entraba por un canal derivado de la acequia de la Mejana. Al parecer, los trujaleros (empleados de la almazara) solían pernoctar allí durante toda la campaña, junto con los burros de carga que daban vueltas al molino.


Coordenadas Geográficas: Latitud 42° 1\'32.12"N. Longitud 1°32\'5.98"O


FUENTE: www.diariodenavarra.es JOSÉ A.PERALES


Por último, en febrero de 2009 el Gobierno de Navarra y el PSN firmaron el I Plan Trienal de Patrimonio Cultural donde se incluyen actuaciones en monumentos, conjuntos y sitios históricos, zonas arqueológicas, jardines históricos y bienes muebles, entre otros. Según se señala en la introducción del Plan, el Gobierno de Navarra y el Partido Socialista de Navarra consideran que la actual política de restauración patrimonial “debe estar ligada a un trabajo de promoción y educación que permita un mejor uso y disfrute del patrimonio de Navarra para todos los ciudadanos”.

Entre los conjuntos de arquitectura industrial que se mencionan en el Plan son las fábricas de armas e Orbaitzeta y Eugi, las harineras de Allo y Arbeiza, y el trujal de Cabanillas.

Edificio del Trujal de Cabanillas. Foto:P. Lorenzo
Husillo y quintal. Cabanillas. Foto: P. Lorenzo
Prensa de viga. Cabanillas. Foto: P. Lorenzo
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