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Olivos Monumentales

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ITALIA; Cerdeña; Gallura; S\'OZZASTRU

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Los olivos milenarios (Olea silvestris) de Santu Baltolu de Carana en Gallura en el norte de Cerdeña están en un complejo paisajístico de gran valor entre montañas de granito y las orillas del Lago Liscia. S\'Ozzastru, es el mayor de ellos y tiene una base del tronco de unos 20 metros. Para rodear el tronco se necesitan los brazos de 12 personas, tiene una altura de 8 metros y su follaje cubre una superficie de 600 metros. Su enorme tronco tiene una gran cavidad que puede alojar una persona en su interior sentada cómodamente.

De acuerdo con la datación basada en dendrocronología y llevadas a cabo por la Universidad de Sassari y de París, estiman que la edad de este maravilloso ejemplar de olivo está entre 3000 y 4000 años, lo que lo convierte en uno de los árboles más viejos de Europa. Asimismo, en el mismo lugar y rodeando al gran S’Ozzastru, se encuentran ejemplares también milenarios.

Coordenadas Geográficas: Latitud 41° 0\'24.68"N. Longitud: 9°15\'18.15"E.

CRÓNICA DE EDWIN WINKELS

En medio de la nada, al borde de una carretera sin salida que bordea el precioso lago de Liscia, a pocos metros de la pequeña parroquia de Santu Baltolu di Carana, el prodigio de la naturaleza se erige en todo su esplendor. Mide unos ocho metros de alto, es el doble de ancho. Hay gente que, con solo tocarlo, no puede contener las lágrimas. La fuerza que irradia se percibe en su sombra, cerca de su tronco inacabable de 20 metros de circunferencia. Su poder es indescriptible, su belleza sobrecoge. Allá, escondido en un lugar remoto en el noreste de Cerdeña, habita uno de los seres vivos más viejos de todo el mundo. S\'Ozzastru, el nombre cariñoso que le han dado los vecinos, tiene entre 3.000 y 4.000 años. Es, posiblemente, el olivo más antiguo del planeta.

Cada verano, los incendios forestales que asedian la isla italiana cuando en julio y agosto se supera el umbral de los 40 grados pasan milagrosamente de largo de uno de los lugares menos conocidos y visitados de Cerdeña. Apenas aparece en guías de viaje, lo que demuestra que el viajero hace bien de no dejarse guiar siempre por los libros, sino por encuentros fortuitos, como el hallazgo de una pintada en un muro del pueblo de Sant Antonio di Gallura que avisa de la presencia cercana del olivo milenario, rodeado por otros dos o tres con más de mil años de edad.

Este tesoro de la naturaleza es una de las muchas sorpresas que se pueden hallar en Cerdeña, tan cerca, pero tan desconocida. A menos de una hora en avión, invita a hacerle más de una visita. Porque en un solo viaje, sea de unos días o de más de una semana, apenas se puede descubrir toda la isla, la segunda más grande del Mediterráneo. De ahí, este paseo por el norte y este, fácilmente abarcable en coche desde L\'Alguer (donde se llega en avión) o Porto Torres (en barco).

El mencionado lago de Liscia y su entorno reflejan la mayor parte de Cerdeña, pequeños pueblos desperdigados por montañas o colinas con cultivos de secano. Pese a estar rodeado del mar, se dice que la isla tiene más pastores que pescadores, y que se come más carne que pescado. Lugares de tradiciones muy arraigadas, y a veces extrañas, como la de la femina agabbadòra de Gallura: hasta principios del siglo pasado, una mujer acudía con un enorme martillo de madera del olivo a la llamada de familiares de pacientes moribundos. Para acabar con su sufrimiento, y con la aprobación de las autoridades y la Iglesia, les daba un certero golpe con el martillo en la cabeza, un tipo de eutanasia a la antigua.

Es el de Cerdeña un interior apacible que aquí, en Sant Antonio di Gallura, a solo 30 kilómetros de la lujuriosa Villa Certosa de Silvio Berlusconi, contrasta con esa cercana Costa Esmeralda, el lugar de veraneo favorito de ricos y famosos, donde los precios en las terrazas se triplican. Porto Cervo, el pequeño centro neurálgico de la costa pija, fue descubierto por el príncipe Aga Khan en los años 50, cuando se refugiaba con su yate de la mala mar en una de sus calas y decidió explotar la zona turísticamente.

Las playas, eso sí, son preciosas, pero las hay, centenares, alrededor de toda Cerdeña, y en lugares menos suntuosos. Como en Cala Gonone, a menos de una hora en coche hacia el sur, un modesto pueblo costero, protegido entre los acantilados de piedra caliza, y donde en invierno habitan apenas 1.200 personas. Pese a ser turístico, el pueblo mantiene una calma envidiable incluso en pleno verano, cuando se llenan los hoteles y restaurantes con vistas al mar y donde se puede degustar el caviar de Cerdeña, la botarga. Las huevas disecadas del mújol con un potente sabor al mar.

En las aguas de Cala Gonone se ve cada día una actividad continua de todo tipo de embarcaciones, desde zodiacs hasta pequeños ferris. Son los barcos que se dirigen a la gran atracción de este golfo de Orosei, las calas paradisiacas que se suceden, que brillan todas por sus aguas cristalinas y a las que es imposible llegar en coche o a pie, desde la amplia y muy concurrida Cala Luna, con restaurante, hasta la más apartada Cala Mariolu (la única con un chiringuito). ¿Lo mejor? Tirarse del barco a la piscina de Venere, cuyo nombre engaña: es una cala sin apenas playa pero con el agua más profunda y transparente de la zona. La fama del golfo de Orosei comenzó con la apertura al público de la cueva del Buey Marino, el lugar donde se solían esconder ejemplares de esta especie amenazada cuando aún poblaban el Mediterráneo.
En días menos calurosos, algunos turistas cambian la playa un día por una larga excursión a pie al monte Tiscali, donde en una sima se esconde el pueblo nurage (las aldeas y monumentos prehistóricos que abundan en Cerdeña) mejor conservado de la isla.

Después del lago, las colinas, las playas y la montaña, falta la ciudad. Sássari, con más de 100.000 habitantes, es la más grande de la parte septentrional de Cerdeña y está repleta de universitarios. Pero la que más fama tiene es L’Alguer, anclada en la costa occidental, donde en 1354 llegaron los catalanes y aragoneses para expulsar a los genoveses, que habían cometido el pecado de rebelarse contra el rey Pere el Cerimoniós. Desde entonces, L\'Alguer (o Alghero en italiano) se conoce también como la Barceloneta, la pequeña Barcelona, aunque el idioma de los últimos siglos, el catalán, se ha ido perdiendo y ahora solo el 14% de los habitantes lo habla. Las calles del casco antiguo y amurallado de L\'Alguer son de las más bonitas de la isla y la puesta del sol en el puerto es un digno fin del viaje.


Olearum agradece a Stephanie Gehrig el derecho para usar una de sus fotos.

S'Ozzastru y su espectacular tronco
S'Ozzatru. 20 metros de base y 8 de alto.
Pequeña cueva en el tronco
Imagen del espectacular tronco
Algunos lo consideran el olivo más viejo del mundo
Su tronco mide más de 12 metros de perímetro
Otra imagen de este olivo de 8 m de alto
Sus dimensiones lo hacen único
Dimensiones descomunales
Copyright: Stephanie Gehrig
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